miércoles, 27 de julio de 2016

¿Es bueno estar desnudos delante de los niños?



Ver desnudos a sus padres hace que el niño descubra el cuerpo humano de una manera natural y espontánea, aseguran los especialistas. Sin embargo, los progenitores se preguntan dónde y cómo imponer los límites para no dañar la sensibilidad de los más pequeños.
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Vivir la desnudez con naturalidad, sin ostentación, sin exhibicionismos, pero conservando un cierto pudor sin mojigatería, es el sueño de muchos. Sobre todo cuando se empieza a tener hijos y surgen mil dudas en los nuevos padres, preocupados por darle la educación más adecuada: ¿le educo como me educaron, inculcándole cierto conservadurismo? ¿Me muestro desnudo delante de ellos para que no se acomplejen con sus cuerpos? ¿Se sentirán violentos? ¿Qué es lo mejor para los niños cuya personalidad se está formando?.
Evitar el voyerismo
“Para el niño pequeño, la desnudez es algo natural. Somos nosotros, los adultos, los que la asociamos con la sexualidad. A ellos les encanta correr sin ropa por la casa, les hace sentirse más libres y cómodos. La ventaja de ver desnudos a los padres, cambiándose de ropa o duchándose, hace que los niños adquieran una noción de cómo es el cuerpo humano de una manera natural y espontánea. Un ambiente demasiado restrictivo puede llevar al voyeurismo”,
Con respecto a la desnudez, los niños pasan por diferentes fases: para un bebé es saludable estar en contacto directo con sus padres, piel con piel, pues favorece su desarrollo psíquico, emocional y sensorial. Este contacto hace que el pequeño se sienta acogido, reconocido, amado. Entre los 2 y 3 años, empieza a fijarse en el cuerpo de sus padres y a compararlo con el suyo. En esta fase es normal que alguna vez toquetee el pecho de su mamá o el pene de su papá, movido por la curiosidad, pero sin connotación sexual. “Es el momento de explicarle las diferencias que hay entre el cuerpo del hombre y de la mujer “mamá tiene pechos porque es una niña” y de ponerle límites a sus exploraciones “Sí, éste es mi pene, pero no quiero que lo toques, es algo privado”, La imposición de límites en torno al cuerpo le permite comprender que existen una barreras entre lo compartido y lo privado. Que entienda esto garantiza su bienestar psíquico y emocional,
”.
El pudor de la adolescencia
Este pudor se hace más patente cuando el niño entra en la adolescencia. Es un período en el que el cuerpo se transforma, se desarrolla, aparecen las primeras atracciones físicas, surgen los complejos… El adolescente anda a la búsqueda de su propia identidad, es más consciente de la diferencia generacional que hay entre él y sus padres. No es de extrañar que si hasta ese momento nuestro hijo mostraba su desnudez más o menos abiertamente, empiece a esconderla. En esta fase de su desarrollo, los cambios del cuerpo producen complejos y pueden llegar a desestabilizar. Es cuando el cuerpo desnudo de un adulto es percibido más que nunca como una agresión. A los adolescentes no les gusta nada ver a sus padres desnudos: se sienten incómodos porque lo asocian con la sexualidad que están empezando a descubrir y que quieren conocer fuera de su hábitat familiar. Los padres deberán respetar este cambio y dejar de tratar al hijo como si de un niño se tratara: “Aunque se haga de forma inconsciente, el que la madre o el padre adopten con su hijo/a un comportamiento seductivo puede crear mucha desestabilidad en el hijo”,

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